jueves, 18 de octubre de 2012

Familia desmembrada y expandida. Familia transformada. Familia funcional y disfuncional.




La familia es la célula madre de una sociedad. Se constituye en el punto de inicio del proceso de socialización de los niños, los cuales incorporan progresivamente el conjunto de valores, creencias, hábitos, usos y costumbres y herramientas de contenido intelectual y emocional que los prepararán para abordar inteligentemente sus vidas en sociedad, incluidos los obstáculos que eventualmente se presenten.

La realidad nos muestra que dicha “preparación para el futuro” rara vez se concreta. El concepto de familia transmitido por nuestros antepasados fue desgastándose, mutó o sencillamente perdió prestigio. En consecuencia nos encontramos con que el ideal de familia nuclear funcional expandida, constituida por los roles de madre y padre y sus hijos, entrelazados en una dinámica interaccional fluida en cada una de sus líneas de interacción, con canales de comunicación con mínimos niveles de ruido, el desempeño de roles diferenciado en sus aspectos de conyugalidad y parentalidad y la ilimitada integración de la familia ampliada al sistema, todo esto es sólo un ideal. El desgaste progresivo de los engranajes de esta maquinaria no es otra cosa que el reflejo de la decadencia social que comenzó a gestarse hace varias décadas. En consecuencia observamos familias adultas carentes de la suficiente cantidad y calidad de herramientas necesarias para el abordaje inteligente de la responsabilidad de conducir los destinos de su grupo familiar, tanto a nivel racional como a nivel emocional. Esta situación conlleva, tarde o temprano, a la sensación de convivir con un grupo de personas “extrañas”, en vez de sentirse parte de una familia bien constituida. En consecuencia aparecen progresivamente los conflictos internos. Estalla la dinámica conyugal, que conduce en la mayoría de los casos al divorcio, encontrándonos en el penoso panorama de una familia nuclear disfuncional desmembrada. Aquí es donde intervienen los mediadores de conflictos familiares. El circuito comunicacional se ha quebrantado en la línea de interacción conyugal, aunque la problemática radica en que también se produce la ruptura del canal parental padre-madre. El vano intento de compensar este rol comunicacional a través de sus hijos, no hace más que saturar la capacidad de éstos de absorber dicho caudal cargado de emociones negativas. Esta reacción conciente o inconciente de los padres, altera profundamente la satisfacción de los intereses de los niños. A esta situación se le suma el desmembramiento o amputación de los miembros de la familia ampliada, generándose alianzas y/o sentimientos negativos de odio, elevando los niveles de stress, principalmente en los niños. Es por ello que el mediador es el encargado de aceitar (facilitar) los engranajes (componentes humanos) de la maquinaria familiar afectada. En realidad asiste a las partes para que éstas puedan visualizar la mejor solución que le devuelva la vida a la familia en su nuevo formato: la familia nuclear funcional expandida post-divorcio, en donde si bien se ha disuelto la conyugalidad, se recupera el esquema comunicacional. La dinámica interaccional radica en la parentalidad que existirá siempre, restituyéndose así la funcionalidad que garantiza el desempeño adecuado de roles, el flujo constante y sin sobrecarga en alguna de sus líneas comunicacionales. De igual forma, la recuperación de la familia extendida colabora con la ampliación de líneas que favorecerán el reencauce de energía emocional y que servirán de contención.
Es importante destacar la importancia del proceso de mediación y el momento de su aplicación en la resolución de conflictos de una familia determinada. Si el abordaje se concreta en una familia ya transformada, es decir con la participación activa de nuevos integrantes de la red, como ser nuevas parejas de los padres, ya instalados en el sistema, ahondará el grado de disfuncionalidad y desmembramiento del sistema con consecuencias negativas con relación a la probabilidad de éxito en mediación. Cabe destacar entonces la importancia de la intervención de un mediador familiar en la etapa previa a la potencial transformación de la familia durante el proceso de divorcio.

Lo significativo de este punto radica en la posibilidad de graficar clara y sencillamente el conjunto de alteraciones que sufre la dinámica familiar en su funcionamiento, caudal movilizado, canales disponibles y roles desempeñados por sus integrantes. Resalto la visualización de los daños que se ocasionan sobre la integridad del niño como consecuencia de la ruptura del canal parental padre-madre. Noto la complejidad de la tarea del mediador con relación a la facilitación de la apertura (o reapertura) de la línea interaccional parental (padre-madre) y de la recuperación de la dinámica de interacción con la familia extendida.

Considero que una adecuada intervención en tiempo y forma garantizara en gran medida que el sistema familiar intervenido, en proceso de divorcio, recupere su funcionalidad y su posibilidad de expandirse, lo cual le permitirá concretar a futuro una adecuada transformación, conservando las características optimas ya obtenidas durante el proceso de mediación.

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