jueves, 30 de diciembre de 2010

Articulación entre: Práctica observada (Prácticum), Teoría incorporada y Bibliografía complementaria y ampliatoria.

Bush y Folger definen el enfoque referencial que defienden como aquél que se centra en las partes, en la transformación de éstas a través de la revalorización (afianzamiento de la autoconfianza, autoestima y la toma de decisiones) y el reconocimiento (ponerse en el lugar del otro, tener en cuenta las necesidades del otro), lo que conlleva a la madurez moral. Así las personas cambian en esencia y mejoran las interacciones sociales, en la búsqueda de un mundo mejor…si durante el proceso de mediación se llega a un acuerdo, mejor, pero no es el objetivo principal.

Por otro lado, definen el enfoque individualista, en uso mayoritario actualmente, el cual se centra en la satisfacción de las partes, esto es, en la resolución de problemas, con miras a lograr el mejor acuerdo posible para satisfacer las necesidades de las partes. Se centra en el conflicto y en llegar al acuerdo, característico de las mediaciones de carácter directivo. Aquí identifican el método Harvard (Fischer), donde no interesa la transformación de las partes. También mencionan un tercer enfoque, el orgánico, centrado en la armonía, donde se pone el acento sólo en el reconocimiento hacia el otro, sin importar la revalorización.

En síntesis, ubican “su” enfoque en un punto medio, entre la “satisfacción” (importa el problema, no las partes) y la “armonía” (importa sólo el reconocimiento, el acuerdo es secundario). La “transformación” toma el interés de la “armonía” sumada a la revalorización (aspecto integral del individuo) y toma el interés del foco en el acuerdo de “la satisfacción”, pero como algo secundario. De todos modos, si se logra el acuerdo luego de la transformación, mejor aún.   

Diez y Tapia definen su mirada del proceso de la mediación como un enfoque que pone el acento en llegar a un acuerdo, pero combinado con la transformación del individuo, buscando el aprovechamiento de las oportunidades de “empowerment” (autoconfianza) y reconocimiento del otro (confianza en el otro). Este enfoque puede ubicarse entre el enfoque individualista (Harvard) y el enfoque de la transformación ya que busca el acuerdo con la búsqueda simultánea del empowerment y la confianza en el otro, constituyendo esto último la legitimación de las partes, que equivale a la revalorización/reconocimiento del enfoque referencial.

En base a la práctica del proceso de mediación observada, en principio hubiese ubicado a la mediadora en la “frialdad” del enfoque individualista, aplicando el método de Harvard, en el tipo negociador. Con el correr del tiempo percibí detalles propios del tipo terapéutico, ya que su discurso no solo apuntaba al conflicto sino también a las emociones de las partes. Finalmente concluyo que el estilo de la mediadora encaja en el enfoque descripto por Tapia y Diez. Es evidente la influencia de Harvard en cuanto a la dirección del proceso, sin descuidar las oportunidades de transformación de los individuos, ya sea con relación a la generación y consolidación de la autoconfianza como la confianza en la contraparte. Esto fue aplicado con éxito por la mediadora, no sólo en los pasajes de la audiencia donde se alteraba negativamente el clima generado por algún exabrupto o estallido emocional de las partes sino también a la hora de recordarles a las partes su protagonismo exclusivo en el proceso en cuanto a la toma de decisiones y/o la necesidad de considerarse mutuamente (entre las partes) con el fin de trabajar con el objeto de lograr un resultado que satisfaga a ambos por igual, con o sin acuerdo.

Concluyo entonces que el enfoque de “Diez y Tapia” es el que mejor se adaptaría a la realidad actual. Enfocarse sólo en el conflicto sin tener en cuenta la transformación de las partes (o por lo menos que se logre la transformación en el ámbito y durante la sesión de mediación) es una misión difícil ya que el ser humano vive sus conflictos atravesado por sus emociones, creencias, valores, etc. En el otro extremo, el enfoque referencial pretende la transformación hasta llegar a conformar “un mundo mejor” con personas “buenas” en esencia, consigo mismas y con sus semejantes, conformando una red “perfecta” de interrelaciones sociales, que va mucho más allá de los límites del proceso de mediación… creo que es simplemente un sueño, difícil de concretar, teniendo en cuenta por un lado el egoísmo inherente al individuo, y por otro el sistema capitalista ya instalado y consolidado en el mundo, dos factores que “chocan” con los principios transformadores. Por ello es que lo propuesto por “diez y Tapia” se amolda al mundo actual: mediar, centrándose en el conflicto, sin descuidar las oportunidades de reforzar el aspecto emocional del individuo como tal y como ser social, dentro del ámbito de la mediación.

A mi entender, lamentablemente observo que el mercado actual conduce a una práctica justamente “práctica” de la mediación, donde el mediador, en general, a lo sumo aplica el método de Harvard, dejando de lado al individuo como tal y sus emociones, por cuestiones de tiempo, económicas y/o falta de consideración hacia la persona tal vez por falta de capacitación, en algunos casos. Si bien es cierto que la solución de conflictos en mediaciones prejudiciales, evita el proceso judicial, lo que se traduce en ahorro no sólo de dinero sino también de tiempo y de costo emocional, la comediación de un profesional de las leyes junto con un profesional formado en su origen en base a las ciencias sociales y humanísticas, constituye una alternativa a tener muy en cuenta si se quiere lograr la conducción del proceso de mediación, integrando el interés en el problema junto con el interés en el individuo como tal y como ser social, para lo cual, salvo contados casos como los que he tenido el gusto en presenciar en la pasantía, no basta con sólo la presencia del abogado capacitado en técnicas de mediación.